Un año más en Voces del Extremo y en la Fiesta de Crecida

Este año la cita en Voces del Extremo ha sido muy especial, ya puede verse (leerse) en el cartel lo especial que ha sido, Poesía y vínculos, aunque no he podido estar todo el tiempo he disfrutado cada minuto. Fui con Carmen Garcia Tortosa y nada más llegar a Moguer ya estábamos comiendo con Antonio Orihuela y Bernardo Santos, un lujo. Después llegó la alegría del (re)encuentro con Begoña Abad, David Bobis, Matias Escalera, Felipe Zapico, Agustín Calvo Galán, Ferrán Fernández… y todos, todos y todas, todas.

Cuando me tocó el turno estaba bastante nerviosa, no sé porqué, debe ser el miedo escénico que ataca cuando menos te lo esperas, con la de tiempo que llevo en esto, y nunca sabes cómo vas a reaccionar.

En esta edición el premio “Aintzinaco Biotz”, el más precioso premio que se concede en la poesía española, ha sido para Antonio Martínez i Ferrer, que nos emocionó a todos (como siempre) y ha escrito una bonita y sentida entrada en su blog. Antonio no se quitó en toda la noche la casaca de oficial del extinto ejército tibetano, símbolo de su merecidísimo premio, la lució hasta que él y Antoñita se marcharon de la fiesta de Crecida, en la casa de las retamas de Eladio Orta. Poetas por aquí, avisaba el cartel a la entrada del camino, en la fiesta más (re)encuentros, Eladio, Diego, Charo, Filuchi, los Miravent Brothers pinchando… la jam poética, cada vez con más poetas recitando -qué tiempos aquellos en los que en los recitales de la casa de las retamas estábamos dos, tres, o, como mucho, cuatro poetas, parecen tan lejanos, pero están ahí a la vuelta de tres o cuatro añitos sólo-, Caraoscura y Mijhea, que aparecieron a las tantonas… el que no vino fue Daniel Macias, el gran ausente, le echamos de menos. Y mucho.

Una de las sorpresas de este año (en Voces del extremo cada año encuentras gente nueva, siempre interesante) ha sido conocer a Nieves Martín, del Planeta de los libros, que ha hecho esta fantástica crónica del Encuentro, y con la que se me han quedado muchas conversaciones pendientes.

Luego Carmen  y yo estuvimos en Portugal -por qué te quiero tanto-, disfrutando de nuevo en Altura, Monte Gordo, Vilareal de Santo António y, por supuesto, Cacela a velha, el pueblo cuyas calles -en las que encontramos siempre vehículos fascinantes- tienen nombres de poetas, pero esta es otra historia.